Cineclub Ibero Gutiérrez
Por Cineclub Ibero Gutiérrez

«Agradézcamelo, joven. Mi invento no está a la venta y para Ud. sería la ruina. Puede ser explotado durante algún tiempo como una curiosidad científica; pero, fuera de eso, no tiene ningún porvenir comercial»
Así se refería Lumiére a su invención, así se sentenciaba en los comienzos del medio. Esa frase también, recogida por una revista de cine uruguaya a mediados del siglo pasado, era el disparador de un artículo que nos invitaba a pensar el cine como arte.
En nuestro país ya en 1948 comenzaban las andanzas de los cineclubes. De 1948 es el Cine Club del Uruguay, afiliado a la Federación Internacional de Cine Clubes, miembro de la Unión Internacional de Cine Amateur. Un año después uno que todavía perdura, «Desde 1949, por amor al cine» seguimos leyendo en el Cine Universitario del Uruguay.
Entonces no son nuevas las ganas, no somos recién llegados, tampoco somos pioneros —la frase de Lumiere es de 1885—, pero de alguna forma siempre caminó el cine entre nosotros. Son también aquellos, estudiantes, los que formaron parte del mítico ICUR (Instituto Cinematográfico de la Universidad de la República) que es unade las piezas clave para entender el desarrollo en nuestro país.
Pero también son los militantes los que llevaron el cine a cada comité, el cine militante de Handler, Banchero u otros; la campaña del Frente Amplio en 1971 con esa tríada de filmes: «La rosca», «La bandera que levantamos» y «Los orientales al frente» se abrió paso por la gran estructura en todo el país, también cuando el cine puso su vista en la huelga, en el obrero, sus resultados se proyectaron en locales sindicales que eran también teatros, en locales anarquistas o en casa de algún camarada. Son los 90 y el video que nos dejaba decir que las cámaras eran nuestras, lo que hizo confluir meter cámaras para adentro de las ocupaciones y dejar fluir al cine más experimental que se pudiera almacenar.
Hoy el cineclubismo sigue vivo, no hace falta más ejercicio que buscar en internet y muy probablemente en esa semana haya más de tres lugares distintos que nos harán parte de sus ciclos, de sus charlas, de —en definitiva— sus búsquedas con y a través del cine.
Entonces nosotros, nosotros frente estudiantil, nosotros militantes, nosotros espectadores, nosotros opinadores. Levantar nuevamente trinchera con proyector y pantalla se presenta no solo como iniciativa sino como tarea. El acotado repaso histórico nos hace herederos, no creadores, nuestra lógica dialéctica nos hace trabajar no con borrón y cuenta nueva, sino como síntesis consciente de los procesos históricos.
Es claro que nuestra calidad de estudiantes y militantes nos hace parte de la esencia del cineclubismo uruguayo, es entonces objetivo hacer de nuestro cineclub un vívido reflejo de esta. El cine es educador, es agenda cultural en movimiento, con colores y banda sonora. El cine es «mirá, como en las películas». Convive con todo lo contrario que puede ser el cine, puede seguir la agenda o ser independiente de ella, lo pasa todo por arriba, la significación del cine ocupa todos los espacios, y por ende se ve vaciada de significado, lo concreto entonces es decir que donde hay video y sonido hay cine, ahí es donde cobra especial relevancia el cineclub.
Nuestra búsqueda para con el cine es eso: una búsqueda. Esta conceptualización identifica un algo particular más allá de la significación abstracta del cine, este algo cobra sentido en una red de otras particularizaciones. Lo concreto entonces es el placer de sentarse a ver una película y la ansiedad de discutirla.
Dentro de la particularidad se zurce la convivencia de la militancia y el cine, la superación de la dimensión del cine militante en su propia discusión intrínseca, en esa nebulosa, el cine como arte, con la dimensión del mártir estudiantil que por su acción lleva nombre nuestro cineclub; Íbero como tantos es militante.
La palabra pateada, la burla, el tipo cuadrado y porfiado. Y sin embargo Ibero es toda esa explosión artística, el hecho que nuevamente nos recuerda cómo convive el odio en el militante, que compatibiliza la militancia comprometida con la vida, con esa celebración de la vida, con el amor al socialismo. Sintetiza Ibero en su época vivida, en su concepción tan clara, en su amor por la belleza:
Acabemos con los viejos
de una vez por todas
va quedando la vida
por todos lados
y las fábricas van siendo
ocupadas
por los obreros, violentamente
porque es el socialismo
la democratización
de la belleza
y me desprende
de esta poesía
hasta hacerme fusil
de mi América Grande.
Ibero es artista, tanto como Ibero es militante, porque Ibero es. Así también nuestro cineclub a su manera, cine militante, crítica política, pero también cine del que marca agenda y «como en las películas» porque nuestro cineclub también será.
Bibliografía
Amieva Collado, M., & Silveira, G. (Eds.). (2021). La crítica uruguaya ante el cine nacional: (1920-2001). Yaugurú.
Eugenio Hintz. (1948). El arte cinematográfico. Cine Club del Uruguay, (2), 3-9.