Crónicas secundarias
Por Dante Cerri, estudiante del Liceo Zorrilla

Retumban en los pasillos las puertas cerradas con fuerza y las discusiones de estudiantes y familiares con el funcionariado de las instituciones educativas. Se escuchan cuchicheos en las salas del edificio central de la Dirección General de Educación Secundaria, piernas agitadas, pero sobre todo olor a indignación. Se sabe muy bien a qué huele eso. Huele a sudor de padres y madres que tuvieron que salir corriendo del trabajo para llegar, para que las horas del día que no dan, den; huele a cansancio. Como si no fueran poco ya las condiciones de existencia que cíclicamente se vuelven insoportables, se le suma la negación de aún más derechos, en este caso, el de la enseñanza.
Cuentan que si a comienzos de año caminabas por algunos de los liceo de la ciudad de Las Piedras se podían leer pancartas que hablaban de sobrepoblación de grupos y de defensa de la enseñanza pública. Se podía ver una en letras rojas, una que decía «Ocupado». Le pregunta uno a esa gente que rodea el liceo Manuel Rosé, «¿qué pasa con los salones?» y ellos responden, desde la incredulidad, que hay salones donde aprietan hacinados más de 50 estudiantes. Gritan por la tele periódicamente que en los liceos las peleas son moneda de cambio, que la violencia aumenta en sus formas. Si en enero se tenían que escuchar las estadísticas de unos señores que yéndose querían realizarle una cirugía estética a la realidad hablando de deserción y tasa de aprobación, hoy se vive esa realidad. No son dos señores gritandose en campaña electoral, son los asientos que quedan vacíos después de abril, después de los parciales, es el que te caía bien en clase diciendo que tiene que trabajar y que no le da para seguir llevando el ritmo. Clases superpobladas y bancos vacíos, ¿no son contradictorios? Efectivamente, y le suelen decir educación pública. Pero más duele, y cada vez para más personas, esos temas de los que ni siquiera nos llegan los gritos de los señores, de los que nos enteramos porque nos toca ir a declarar a jurídica contra un profesor acosador. En el mejor de los casos, nos enteramos porque nos llegará tristemente la noticia de por qué ahora mi compañera ya no quiere venir al liceo. Meses después quizá se encuentre, quizá le llegue por oídas, que con el profesor no pasó nada, y que ahora está dando clase en otro liceo.
Caminar por los liceos es muchas veces revivir estas crónicas —mentira—, caminar por los liceos es siempre revivir la realidad que se esconde tras las estadísticas truncas. Y aún hay quienes esgrimen sonrisas y cuestionamientos a las medidas de lucha. Caminar por los liceos y preguntar es escuchar las cosas más tristes de nuestro país. Hoy en nuestros liceos la gente llora en los baños; se pierden clases y no es por los paros —legítima medida de lucha—, sino por no tener agua, ni tener luz; se pierden días, semanas, meses y años en calidad de la enseñanza pública. Esas son las crónicas que retumban hoy en cada uno de nuestros liceos.
Esta primera edición de la revista tiene un tono de presentación. Las crónicas secundarias son bien sabidas por quienes pisamos todos los días sus centros educativos; para el resto, la información viene de algún familiar menor o filtrada por la prensa que llega, al igual que los técnicos de secundaria, cuando todo explota. Hacer llegar las distintas crónicas de los hechos que pasan todos los días es una de las tareas de esta columna, aunque también es importante, y parece esencial para esta primera vez, entender la forma en la que efectivamente enfrentamos la realidad.
Que exista el actual estado de cosas nos obliga a tener una gran responsabilidad en nuestra actuación gremial. Entender la realidad y ser críticos, en ambientes que parecen funcionar por inercia. «Parecen», porque la realidad es que estos espacios dependen de nuestra capacidad de analizar, y analizar requiere tener una visión del mundo. No es un camino fácil y por el contrario se enmarca en un proceso de formación, de lecturas y experiencias que trascenderán nuestro paso por la enseñanza e incluso nuestra vida, pero no es posible negar sin oponer una afirmación, no es posible enfrentarse a las problemáticas sin levantar la mirada.
Presupuesto, una y otra vez, aparece como consigna. Presupuesto, 6%, «si usted puede vivir / con el sueldo de un docente/ ¡Indecente!» o «encontré la solución al problema del presupuesto». Es central cuando encaramos cualquier tipo de discusión ir a las bases materiales que mantienen y permiten la existencia de nuestro sistema de enseñanza pública.
Miremos para donde miremos está expresado el presupuesto, en salarios, en materiales, en las becas alimentarias que faltan y en la infraestructura que se cae. A cualquier lado que dirijamos la mirada, vemos su falta y entonces discutir cómo se distribuyen los recursos del estado, y más que nada como este los recauda se vuelve un tema de primera línea en nuestra agenda gremial.
No se trata de arbitrariamente elegir hablar de las personas que al anotarse se quedaron sin grupo, y luego discutir las decisiones que toman los gobernantes en su política económica. Es que no vamos de un lado al otro, discutimos lo mismo. Hablar del modelo económico es en concreto referirse a los salones abarrotados de estudiantes, a los baños sin puertas, a los techos que se desprenden y caen, a los bancos que cloquean. La forma radical de entender el mundo, en referencia a ir a la raíz, nos demuestra una y otra vez que su ignorancia nos lleva por caminos incongruentes. No pensar en el panorama completo nunca conduce a una solución. Si el Movimiento Estudiantil sigue exigiendo y en su crítica ignora que el estado de la enseñanza es parte de un todo putrefacto, si no tiene en su planteo la certeza que bajo este modelo económico nunca se podrán solventar esos reclamos, se tomará un camino errado.
Entonces, desnaturalicemos las dinámicas del día a día. Planteemos cuestionamientos y levantemos la mirada. Nos queda a través de estas premisas, que a simple vista son simples, hacerlas complejas. Nos queda entender el rol del imperialismo y de los gobiernos cómplices. Desde nuestro modelo agroexportador hasta las pasteras. Porque estamos discutiendo la enseñanza y no son crónicas secundarias, pero sin duda conforman el panorama de esas crónicas secundarias. Cerremos con una pregunta, para que nos sigamos maquinando para hacer avanzar a nuestro movimiento, al cuál le confiamos la capacidad de aportar a la causa más noble, la transformación de la realidad: ¿Es posible con los números actuales alcanzar un presupuesto del 6% del PBI para ANEP y Udelar? ¿Qué hace falta cambiar para que sea posible?