Editorial
Por Frente Estudiantil Diana Maidanik
Martes dos de setiembre, los estudiantes de secundaria en asamblea, en el local de la Federación de Funcionarios de OSE (FFOSE), se declararon en conflicto; el lunes anterior, por la noche, lo hizo la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), y así se sucedieron las declaraciones. Algunas semanas más tarde lo hizo Magisterio, y le siguieron las y los estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (IPA), quienes posteriormente ocuparon.
Hoy los gremios y sindicatos de la enseñanza pública en Uruguay exigimos, como históricamente lo hicimos, un presupuesto digno. Varios centros de enseñanza han emprendido el camino de las ocupaciones. Las y los estudiantes en la Udelar, en la UTU, en el IPA, en Magisterio y en secundaria denuncian un presupuesto ampliamente insuficiente; apuntan contra sus responsables, apuntan contra el gobierno que decide darle la espalda a la educación.
Aún en las peores circunstancias sabremos defender la enseñanza pública para el pueblo. El gobierno incumple una promesa de campaña ―nos fuimos acostumbrando―. En este quinquenio tampoco se llegará al 6% del Producto Bruto Interno (PBI) para la enseñanza. El panorama es incluso peor, el porcentaje de inversión en relación al PBI será en 2029 significativamente menor al que hoy se tiene. Dicho de otra manera, mientras que la Ley de Presupuesto proyecta un crecimiento de la economía, la inversión en educación se reduce. Para que se entienda mejor: este es un presupuesto de recorte.
Migajas. Del fondo del tarro sacaron algunas migajas, que no llegan a satisfacer las necesidades de nuestro pueblo.
En este contexto venimos con una segunda edición que continúa un proyecto que incorpora cada vez más estudiantes. Esperamos algo más que su atención y su lectura.
Una gota cae tras la otra en el último piso de la mayoría de los centros educativos de nuestro país, se suceden los problemas, se agranda el charco que ya cubre de extremo a extremo el salón de clase. Las gotas caen sobre las sillas e hinchan la madera de los bancos. «¡No te sientes ahí! está mojado». La profesora llega algunos minutos tarde, estaba trabajando en otro liceo; no le queda otro remedio. Es una miseria congénita, orgánica, tan intensa y profunda la que se vive en la mayoría de los liceos de nuestro país. Es denigrante. Indignante.
Todo esto constituye la antítesis de lo pintoresco y ocurre al mismo tiempo que en el Palacio Legislativo, en aquel coloso símbolo de la democracia más perfecta de América Latina ―con una pobreza que carcome a quinientos mil uruguayos― se debate la Ley de Presupuesto Nacional. ¿No tendremos que juntarnos como hacen los gorriones en las plazas? Pocas cosas hay más lindas que la polémica pública de los pájaros. ¿No será hora de redoblar el esfuerzo, de llevar esta lucha un paso más, de honrar las más profundas definiciones históricas de nuestro movimiento estudiantil?
Algunos apuntes son también necesarios. No basta con presupuesto para la enseñanza sin un cuestionamiento central al capitalismo, que ha organizado el mundo de modo que los frutos del progreso científico y tecnológico no llegan a la gran mayoría de la población del globo. Debemos trascender el sometimiento de nuestra cultura a los intereses de las grandes corporaciones y el imperialis-mo. Exigimos presupuesto para una enseñanza alejada de la injerencia de los sectores empresariales, del lobby financiero, del aparato del sionismo y de las imposiciones reformadoras de los sistemas de enseñanza, auspiciadas ―cual copypaste― por los organismos extranjeros.
Mientras el gobierno progresista de gira por Nueva York sumó con orgullo expreso entre sus logros el traer a la derecha más reaccionaria del continente, anunciando la instalación en nuestro país de un Think Tank de la Universidad Internacional de Florida, el Centro Adam Smith, con un elenco conformado nada más y nada menos que por Uribe, Almagro, Macri y Guaidó, el país idílico que fueron a venderle al extranjero se desangra por todas partes. Que el Uruguay es excepcional por sus fuertes instituciones, por su prolongada tradición «democrática», por su respeto a las «reglas de juego», dijeron tantas veces como oportunidades tuvieron de intervenir. Fue aquello el coro del continuismo, un mimo para el sistema financiero por parte del gobierno que juega todas sus fichas a la inversión extranjera en un mundo en crisis. No hace falta decir que en el Uruguay se suceden los gobiernos para beneficiar a los de siempre, porque ya lo dicen ellos, y con un cinismo repugnante a eso le llaman «política de estado».
Octubre nos recuerda muchos tantos otros octubres en la historia de la humanidad. El Octubre Rojo de la revolución bolchevique de 1917 ―en el calendario juliano― liberó a Rusia del atraso de la monarquía zarista, y señaló al mundo el camino de la revolución. Octubre fue rojo aquella vez en la que cayó en combate el fusil de nuestra América Latina, el comandante revolucionario Che Guevara, un 9 de octubre de 1967.
Años después, el 8 de octubre de 1969, en homenaje a su muerte, el Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros, tomó Pando, a apenas unos pocos kilómetros de la ciudad de Montevideo. Protagonizaron después el primer enfrentamiento a campo abierto con las fuerzas policiales que, en estado de alerta por la celebración del segundo aniversario de la muerte del Che, descargaron rápida ofensiva, alcanzando a la columna guerrillera en su retirada. Aquel octubre también fue rojo con la sangre de los caídos en Toledo: Zabalza, Cuiteli y Salerno.
Volvamos en el tiempo tan solo algunos años, el 7 de octubre de 2023 nos dejó la operación «Tormenta de Al-Aqsa», que puso sobre los ojos del mundo la causa palestina. Foco de la lucha contra el imperialismo, quedó en evidencia la cara más oscura del sionismo que bajo el pretexto de dicha operación recrudeció sus bombardeos en la Franja de Gaza. En Asia Occidental existe un pueblo que lucha y resiste el crimen más atroz que se puede cometer contra la humanidad. Israel, un estado supremacista, colonialista y anacrónico, sin ningún tipo de escrúpulos, lleva adelante un genocidio.
Podríamos pensar que estos octubres no tienen relación alguna, y estaríamos equivocados. El Che, con su profundo internacionalismo solidario, con su hondo humanismo, estaría del lado de los pueblos. Enfrentaría, con la firmeza propia de los revolucionarios, al sionismo. El Che estaría en Gaza junto con la resistencia palestina, porque estar con Palestina hoy es estar de pie contra la más repulsiva política imperialista.
Estaría el Che condenando sin titubeos al Estado de Israel; estaría condenando el papel de los estados cómplices; estaría condenando la democracia burguesa que nuestros gobernantes van a vender a Nueva York; estaría condenando la política entreguista del gobierno que ve en la inversión extranjera el único camino para superar la crisis, a costa de una política soberana, a costa de las necesidades del pueblo.
El Che estaría hoy condenando el endeudamiento al que se nos somete, estaría pregonando, como también lo hizo Fidel, el no pago de la deuda, esa deuda que pagamos todos, apretándonos el cinto. Esa misma deuda que pagamos con liceos que se llueven, con puertas rotas, con facultades superpobladas; la deuda que pagamos con viviendas invivibles, con hospitales derruidos, con desempleo, con miseria y con hambre.
Esta edición, que corresponde a los meses de octubre y noviembre, es un poco de todo eso: otros octubres e insuficientes presupuestos.
